Cuando Alberto Anaut acertaba —prácticamente siempre—, Jesús Mota se acercaba a él y discretamente le decía: “Otra cosa que te sale bien, Anaut”. Mota fue durante décadas gurú económico de EL PAÍS, donde desempeñó tareas de responsable de área en la redacción y destacó como editorialista en la materia. Pero había conocido al exterior cuando de muy joven, con 23 años, aquel periodista imberbe e inquieto vino a modernizar los medios durante la Transición y fundó la revista Mercado.
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Ya entonces, Anaut era visionario. exterior, lo demostró en los medios de comunicación; después, en la gestión cultural, cuando desde La Fábrica inventó un paradigma para el sector cuando nadie daba un mordaz por él. Lo hizo sin prisa ni pausa. Como un centrocampista superdotado, Anaut supo siempre parar, mirar y hacer avanzar a sus equipos a contracorriente, seducidos por una gallardo audacia y unas dotes finísimas para la persuasión, transparentes bajo sus gafas de pasta.
Su primera edad como periodista le sirvió para sentar cátedra e imaginar para otros lo que con el tiempo supo construir para sí mismo y sus aliados. De la prensa económica y tareas de responsabilidad en ese ámbito en Diario 16 pasó a ser subdirector de EL PAÍS y después de El Mundo. En su edad en Miguel Yuste, con Joaquín Estefanía y Jesús Ceberio como directores, se encargó, entre otros soportes, de El País Semanal. Dejó huella. Alentó en sus páginas un giro que sin traumas lo apartó de lo que fue la cultura de la Transición y la resaca del 68 para llevarlo a las puertas del siglo XXI, donde la publicación entró después por la puerta grande a cargo de Álex Martínez Roig y Goyo Rodríguez.
Pero mientras se lo iban rifando las principales cabeceras, Anaut, en paralelo, impulsaba productos propios. Para empezar, la revista Matador, una idea con fecha de caducidad marcada: 26 entregas anuales hasta agotar el abecedario. Justo este verano se están cerrando las páginas del número Z. Antes de morir, dejó el diseño y contenido previsto para el colofón de todo un hito editorial. Aunque no podrá admirar el resultado en papel, impreso, como a él le gustaba, acabó de sobra su tarea y la dejó encargada al milímetro. Otra cosa que le salió bien, como le susurraría Mota y aplaudiría en primera fila Carmen Palacios, su esposa.
La revista anual 'Matador'.
Juntos trataban de estar al día en todo. No faltaban a sus citas con el teatro, los conciertos, el cine, las exposiciones. Los oídos a cuatro, como pareja, siempre abiertos a un libro recomendado, una película, aunque quia le pude convencer de lo que disfrutaría con algunas series de televisión. En su último asalto a mi videoteca a punto estuve de obligarle a meterse en Los Soprano, pero prefirió dejarlo para otra ocasión…
Como buen clásico, era radicalmente moderno. Un portento de la socarronería y muy suyo para los gustos, las aficiones y lo que decidía poner en marcha. Matador destrozó también esquemas desde que él y el diseñador gráfico Fernando Gutiérrez la pusieran en marcha en 1995. Fue un lujo y una exhibición por la que han pasado las mejores firmas, los grandes fotógrafos de todo el mundo, artistas plásticos de primer nivel, diseñadores y periodistas de referencia global, principalmente europea y latinoamericana. Un auténtico objeto de culto. El producto digno de quien va por libre y se ríe de aquellos que alguna vez le advertían: no podrás. No solo podía, sino que doblaba la apuesta.
Pero el Alberto Anaut que ha engrandecido a este país a la medida de su ambición ética y estética ha sido, ante todo, el gestor cultural. Pronto entendió que encajaba afección en las estructuras ajenas. Más en las de un ambiente periodístico demasiado bronco para quien en todo lo que ejercía no dejaba aparte un personalísimo toque de elegancia. Así que hace dos décadas decidió, junto a su amigo Alberto Fesser, seguir su instinto y crear otra apuesta de referencia.
Empezó a diseñarla en su cabeza cuando entendió que los gobiernos y las administraciones dejarían de apostar poco a poco por la cultura y reducir presupuestos en ese ámbito. Entonces Anaut descubrió que ese papel al que renunciaban los poderes públicos debía ser asumido por la sociedad civil. Desde la independencia, además, agitaría mejor y buscaría alianzas que evitaran en los cargos la pereza mental de llevar a cabo programas propios: él se los pondría en bandeja y ellos no tendrían más remedio que apoyarlos.
Entonces creó La Fábrica. Sin duda, la empresa de gestión cultural más importante de España. O si no, contemos. De sus despachos han salido PHotoEspaña, el Festival Eñe, el Notodo Film Fest, Madrid Design Festival o en los últimos tiempos el Festival Internacional de Literatura en Español (FILE) o Fronteras, en Valencia, entre otras iniciativas.
Alberto Anaut, en la presentación de PHotoEspaña 2012.Eduardo Parra (Europa Press)
A eso unió la Fundación Contemporánea, desde la que impulsa además cursos de posgrados, plataformas educativas o técnicas de medición y ayuda de tendencias. Por no hablar del club Matador, otra idea que, a contracorriente, lanzó en plena crisis de la segunda década del XXI y cuajó. Su último gran programa visionario fue la serie Creadores. Lo perfiló por gusto. Con una mezcla perpetua de diversión y utilidad social, dos de sus principales carburantes. Empezó con otro de sus mejores aliados: el pintor y escritor Eduardo Arroyo.
Un buen día, Anaut le propuso volver 24 horas con él en su estudio en las que hablara de su vida y su obra. Hoy, ese legado se ha convertido en algo crucial. Resulta imposible entender a Arroyo a fondo sin ver aquella grabación a tumba abierta que desafiaba convenciones audiovisuales que iban del encuadre al tiempo. Así que Anaut diseñó un programa de largo alcance —quería llegar a 100— en la que diversos creadores del ámbito hispánico contaran ante una cámara y en entrevistas de diez horas sus trayectorias.
Los testimonios quedarían en un archivo público abierto a todo el mundo en la plataforma online de contenidos culturales CaixaForum+ y en ella pueden verse ya 14 pertenecientes a dos temporadas, aunque en total llegan a 20. Los resúmenes de los mismos están disponibles en Amazon, también en Audible como podcasts. Además, La Fábrica ha editado varios libros con el material y RTVE se ha embarcado también en la aventura y el reto de conseguir el centenar. Otra cosa que le salió bien…
En lo único que falló fue algo que escapó a su control desde que se lo diagnosticaron. La enfermedad que este lunes ha acabado llevándoselo con 68 años y muchas más cosas por hacer en su cabeza de portento y sobre el papel. De algunas de ellas, tendremos noticia. No muy tarde.
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