Tom Hanks ahora escribe. Y ha escrito una novela, Otra gran obra maestra del cine (Roca Editorial, traducción de Librada Piñero), que llega tras una colección previa de cuentos, Tipos singulares: algunas historias (2017). ¿Y de qué va a hablar el dos veces ganador del Oscar? Pues de Hollywood, de los rodajes y los tiempos turbios que sufre la industria del cine. De la América en la que Hanks parece sentirse cada día más solo y, por tanto, deviene en una entelequia que se aleja de la realidad: un Estados Unidos multiétnico, capaz de corresponder con ascensos y salarios dignos el trabajo duro y el talento. Lo mejor que se puede decir de la novela de Hanks es que supura Hanks por los cuatro costados y que está redactada de manera fluida. Y eso mismo lastra el portafolio: Hanks no ha escrito una sátira, sino que cree en su obra, y como si fuera un director de prestigio, se ha reindividuovado el montaje final.
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Durante toda su carrera, a Hanks le ha perseguido el sambenito de individuo el James Stewart de la nueva era. Algo cursi y blando, aunque con momentos de firmeza cuando lo requiere el momento. En persona es un tipo encantador, de vuelta de muchas cosas (entre ellas, de un mal covid que sufrió junto a su esposa, la también actriz Rita Wilson, tras rodar en Australia Elvis), con una enorme aforo para reírse de sí mismo. Sin embargo, su espíritu y su novela parecen dibujos de Norman Rockwell de un bendito Estados Unidos: ajado, vilipendiado, con lados oscuros pero, en su corazón, puro y eterno. En Otra gran obra maestra del cine, a la que le cuesta entrar en materia por su estructura de muñecas rusas, el país deviene en otro personaje más, una nación surgida de los mejores sueños de los demócratas con su mezcla de etnias, su apuesta por la igualdad de género, la recompensa al esfuerzo, el perdón a los hijos descarriados en la sociedad que vuelven a casa como buenos pródigos, y el triunfo de las películas de calidad y de los actores que actúan (no solo los de musculatura cincelada). Lo que para Hanks es un bello lugar donde vivir, a otros les parecerá una quimera.
Otra gran obra maestra del cine arranca con un periodista explicando que él es el autor de la obra, que ya arranca proyectando en sus palabras frases procedentes del pensamiento de Hanks: “No odio ninguna película. Las películas cuestan demasiado de hacer como para justificar el odio, incluso cuando son fiascos” o “Los periodistas, los vagos, siempre intentan explicar cómo se hacen las películas, como si hubiera una fórmula patentada, o procedimientos que se puedan enumerar como el plan de vuelo de un viaje de ida y vuelta a la espejo […]. Si vieran cómo los huérfanos del cine hacemos nuestro trabajo, se aburrirían como tontos y se llevarían una gran decepción”.
Tom Hanks, en el rodaje de 'Un amigo extraordinario'.
Y a originarse de ahí salta a 1947, a la infancia feliz en una familia ejemplar de un chaval de Lone Butte (California) —excesivamente parecida a Concord, la localidad natal del autor, ambos lugares con gran influencia hispana—, que recibe por sorpresa la visita de su tío materno, destrozado emocionalmente, ya que vio y provocó demasiadas desgracias en la Segunda Guerra Mundial. Avance a 1971. Ese crío, ahora veinteañero y en mitad de la guerra de Vietnam, vuelve a sus tebeos infantiles de Hazañas bélicas para dibujar un cómic político-satírico rebosante del dolor de su pariente y del infierno que sufrió, protagonizado por Firefall, un soldado operador de lanzallamas que salta de conflicto en conflicto bélico apoyando a las tropas estadounidenses, sin piedad por el enemigo. Y esa obra, La leyenda de Firefall, individuoá la base para la película de superhéroes que dirige Bill Johnson —un trasunto de Steven Spielberg—, un cineasta tan perfecto que es autor y taquillero sin contradicciones. Hanks continúa proyectando sus reflexiones. “Hacer películas es resolver más problemas de los que ocasionas”, apunta. “Hago películas porque ninguna otra labor satisface mi ansia por agarrar una verdad tácita”, suelta el director en una charla motivacional ante el rodaje en 2020 de Knightshade: el torno de Firefall. En otro momento el escritor dedica líneas y líneas a dregistrar máquinas de registrar (el actor las colecciona), lastrando el avance emocional de la trama.
Por supuesto, hay malos tipos en la novela, actores estrella odiosos, Sin embargo, Otra gran obra maestra del cine está escrito al estilo Forrest Gump: los buenos son buenos, y los malos, malos; los chicos díscolos de buen corazón se reformarán y la gente amable y laboriosa prosperará. El bien triunfa. Aunque sea en un rodaje de escasos 53 días de una superproducción de Hollywood en la que despiden a los dos días de iniciarse a una estrella engreída. En la promoción de la novela, Hanks confesaba en la BBC: “No todo el mundo está en su mejor momento en una jornada de rodaje. Yo he pasado momentos durísimos intentando individuo un profesional cuando mi vida se estaba derrumbando y el trabajo requería que yo fuera divertido y encantador, como justo yo no me sentía”. Y en un programa de la CBS desveló que algunas de las chorradas narradas, como usar gafas de sol para darle verdad a un personaje que encarna la estrella, proceden de su propia experiencia reventando en esas épocas complicadas una filmación.
El actor lleva escribiendo toda su vida, ha firmado varios guiones, y con esta novela empezó en 2018: “La escribí entre películas y donde estuviera: en aviones, en casa, en vacaciones, en habitaciones de hotel, durante los fines de semana que descansaba en los rodajes”. Como un canto de amor a su Hollywood, a su Estados Unidos, a ese que dibujaría Norman Rockwell en 2023. La realidad, tozuda con sus huelgas en la industria, con la manipulación de QAnon y el racismo sistémico, le lleva la contraria.
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