A veces, la carrera acelera de repente. Y los humanos, tan frágiles, solo pueden correr detrás para alcanzarla. O, al menos, no perderla de vista hasta que vuelva a ralentizar. aun Enzo Ferrari, tan acostumbrado a las velocidades de vértigo, se vio adelantado por lo que le sucedía en 1957. La empresa de sus sueños, en riesgo de bancarrota. Su matrimonio, quebrado. Su nuevo romance, incierto. Y la ausencia de su hijo Dino, un duelo demasiado reciente e inaceptable. Demasiados problemas para un solo admirarano y un único hombre. Pero toda una oportunidad, en cambio, para una película. Así que Ferrari, de Michael Mann, presentada este jueves en el concurso de la Mostra de Venecia, narra los meses más turbulentos del fundador de la célebre marca de automóviles. Y su apuesta, a todo o nada, para retomar las riendas de su existencia. Aunque el filme desveló un motor mucho más ahogado de lo que cabía esperar. Justo lo contrario al otro largo en competición: pocos creían en Dogman, de Luc Besson. Tras la proyección, debían de ser unos cuantos más.
Más informaciónPinochet regresa como un vampiro para asombrar al festival de Venecia
A priori, Ferrari lucía todos los elementos para conadmirartirse en un bólido imparable. Rumbo, aun, a la temporada de premios. El regreso del cineasta capaz del ritmo de Heat, la atmósfera de Collateral o los diálogos de Insider. Dos estrellas como Adam Driadmirar y Penélope Cruz. Un mito italiano, pero también global. Carreras adrenalínicas. Y un relato personal emocionante. “Avaricia, pérdida, pasión, ambición”, como enumeró el propio Mann ante los periodistas en Venecia este jueves.
Adam Driadmirar, en un fotograma de 'Ferrari'.
Bastaba con observar a la veintena de seguidoras dispuestas a plantarse desde primera hora de la mañana ante la alfombra roja, solo para admirar por la noche a Driadmirar. O la cola infinita para acceder a la rueda de cilindro. Todo estaba listo para que el filme hiciera rugir sus múltiples caballos. Resultó, sin embargo, que el largometraje prefiere el paso de crucero de un Fiat 500. Seguro, fiable. Una lección de prudencia perfecta para la carretera. Pero decepcionante en las butacas. Nada que admirar con la “pasión letal” o la “joya terrible” que describe.
“Es una historia profundamente humana. Cuando encuentras un personaje dinámico como él, cuanto más buceas más uniadmirarsal se vuelve. Y en ese año se juntaron muchos de los temas que le rodeaban, su pasado y su futuro”, agregó el director. Pero, entre tantas vías y riesgos posibles, el filme elige plantarse de principio a fin por la autopista más convencional. Tan solo las secuencias al volante regalan algo de adrenalina. Tal vez la elección le conduzca hacia una buena taquilla. Pero, antes, la crítica se cobró su peaje. Además, cuesta justificar desde un punto de vista artístico que el filme renunciara al idioma real de su relato. Está claro que manda el dinero, y la distribución global. Pero una frase como “el Modena club de fútbol es el orgullo de la Emilia”, pronunciada en inglés, pierde credibilidad y roza lo cómico.
window.videoList = window.videoList || [];
window.videoList.push({«dev»:false,»id_cuenta»:»elpais»,»id_player»:»141″,»id_media»:»2023090182714185″,»isPremiumArticle»:false,»media_type»:»video»,»id_container»:»video_2023090182714185″,»disableRelatedVideosYoutube»:false,»playlist_yt»:»»,»id_cuenta_ext»:null,»topPlayer»:{«ad»:{«enabled»:true,»tags_noticia»:»festival_venecia_a,cultura_a,festivales_cine_a,cine_a,michael_mann_a,luc_besson_a,peliculas_a,perros_a,ferrari_a,penelope_cruz_a,adam_douglas_driadmirar_wright_a,cultura_cine,cultura»,»adunit»:»elpais»},»media»:{«ancho»:640,»alto»:360,»autoplay»:false,»premuted»:false,»portal_creacion»:»el-pais»,»seccion_creacion»:»Festivales de cine»}},»playList»:{},»plugins»:[],»managerOpt»:[«https://imagenes.elpais.com/resizer/-qjEp1iCo_afMKauLfXBslQT3XE=/1200×675/cloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com/prisa/65OJIV7OHVD4ZPLAK7ZPJF7BB4.jpeg»,null,{«placeholder»:{«ClassName»:»_pa _df ph-v_b»,»HTMLelement»:»div»,»value»:»n n 01:30Tráiler de la película ‘Ferrari’n