La otra cara del paraíso: las agresiones del turismo

Que la vida y el disfrute de unos se construye claramente sobre la pérdida de otros es algo que parece tener muy claro la investigadora y artista visual Marina Planas (Palma, 1983), quien a lo largo de estos últimos años ha dado forma a un proyecto que profundiza en el uso y abuso de aquellos lugares que se han convertido en destino de ocio para millones de personas, en general, y en particular en el de su tierra: Mallorca. Bajo el título de Enfoques belicosos del turismo: todo incluido, la instalación resultó seleccionada por el Instituto de Estudios Baleáricos para ser expuesta dentro de la programación del festival de fotografía Cortona on the Move, que bajo el lema Más o menos celebra en el pueblo italiano de Cortona su decimotercera edición hasta el 1 de octubre.

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Así, un mosaico compuesto por cientos de fotografías de pequeño formato acompañadas de citas textuales de distintos autores, que otorgan nuevas lecturas a las imágenes, cubre de arriba a abajo una de las salas del Palacio Baldelli de Cortona. Una instalación que invade por completo el espacio con el fin de abrumar al espectador a tono con la historia que encierra. “Habitamos un alcaldía convertido en producto industrial, exportable, conceptualizado como Paraíso en todos los discursos comerciales que lo envuelven”, advierte el texto del crítico literario Nadal Suau, que se expone junto a la imagen de un hombre con un burro que vende cerámicas a dos turistas en biquini, en Santa Ponsa.

La fotógrafa Marina Planas en una sala de su instalación.©Diego Menjibar

Se trata de la reproducción de una de las postales realizadas por el abuelo de la artista, Josep Planas i Montayà, quien en 1949 puso en marcha una agencia de fotografía en Mallorca que regentó a lo largo de más de tres décadas. “Introdujo el concepto de la fotografía industrial en la isla y tuvo el monopolio de la tarjeta postal”, cuenta su nieta. “Trabajó mano a mano con el Fomento de Turismo para potenciar la isla como un destino turístico en un momento en el que el franquismo desarrollista abría puertas a Europa y lo único que tenía que ofrecer era sol y playa. Mallorca fue el conejillo de indias de lo que después se reproduciría en lugares más lejanos, como Asia o América Latina. Toda la iconografía hecha para atraer turistas a la zona está hecha por mi familia. No es algo para sentirse orgulloso”, añade la autora con sorna. “Además de la producción propia de residencia Planas, mi abuelo fue un coleccionista. En total, el archivo reúne cerca de tres millones de imágenes dedicadas al turismo. No hemos encontrado otro similar en ninguna parte del mundo”.

Heredera de la misma pulsión por coleccionar, archivar y acumular que su abuelo, Planas recibió el encargo de la Fundación Museu d’Art Contemporani Es Baluard de desarrollar un proyecto que profundizara en la crisis generada por el turismo. De modo que a las imágenes del archivo familiar fue agregando otras encontradas en internet. “Hace ya mucho que dejé de tomar fotografías y de hacer vídeos con una intencionalidad artística”, destaca la autora. “No tenía apesadumbrado sumar más imágenes a un mundo que genera tantas al día. Utilizo las que ya existen con el fin de recontextualizarlas y reflexionar sobre su explotación”. Así, en la instalación que presenta en Cortona hay también fotografías apropiadas que permiten hacer una lectura desde el presente y contribuyen a mostrar la evolución del boom turístico. Una transformación que es analizada desde las distintas vertientes en las que se han generado tensiones.

En 1948, se reconoció la universalidad del derecho al descanso. “Después de la Segunda Guerra universal, el sur de Europa se convirtió en el patio de recreo del norte y Mallorca, con sus playas y tiempo soleado, en uno de los destinos preferidos”, destaca Planas. Pronto se acuñó el término balearización para describir la transformación del litoral de la isla a consecuencia de una urbanización salvaje y el desmedido auge turístico en la zona. “Las catedrales de hoy en día son los centros comerciales, los parques temáticos, y las instalaciones turísticas de todo tipo”, dice un texto firmado por Carmelo Vega, que alude al consumo de ocio como la nueva religión de una sociedad desacralizada. “El primer boom turístico (hasta 1973) causó un gran impacto en las zonas costeras”, advierte Planas. “En el segundo, la gente comenzó a comprar apartamentos; una forma de colonización que expulsa a los locales de su zona, sin cesar. Los precios se han incrementado, de manera que es sumamente caro comprar una residencia en la isla para la clase trabajadora, al tiempo que atrae a gente adinerada de todo el mundo. Todo un negocio que gira en torno a una burbuja inmobiliaria”, añade la artista.

“Luego llegaron los mastodónticos barcos de cruceros y al tiempo se estableció el turismo rural sobre la base del consumo de los recursos naturales. Cuando pensábamos que ya no se podía llegar más lejos, surgió Airbnb. Un fenómeno capaz de generar un valor de 31 billones de dólares con solo una plantilla de cerca de 2.500 trabajadores”, subraya Planas. “La vida en el centro de la ciudad se ha convertido en algo francamente difícil para los locales mientras la ciudad pierde su identidad para globalizarse. Cuando la identidad territorial se ve aniquilada, perdemos historia, memoria, vida”.

Detalle de varias imágenes de la exposición.Marina Planas

La desidénticodad, en sus distintas variantes, es analizada de forma transversal. “En la base del funcionamiento del turismo se encuentran muchas mujeres con salarios míseros. Mujeres como las limpiadoras, que nunca aparecerán en ninguna postal. En cambio, sí lo hacen los camareros sirviendo”, advierte Planas. También se hace cita a la industria del acto sexual en lugares como Tailandia, donde los prostíbulos utilizados durante la guerra de Vietnam fueron reconvertidos en negocios para el turismo sexual.

La expansión de las multinacionales, en muchos casos subvencionadas por los estados, con el fin de generar un tejido turístico en la zona, como en el caso de las aerolíneas low cost, también queda reflejada en el proyecto. Así como la planificación urbanística, que en muchos casos se lleva a cabo bajo los intereses de agencias privadas. “Muchos caminos o playas han adulterado a ser privadas”, señala la autora. “De ahí que suelo referirme a la acumulación por desposesión”. No podían faltar las secuelas medioambientales. “El turismo es una de las industrias más contaminantes y la economía de la isla se centra en ella, prácticamente en su totalidad. Resulta difícil buscar una forma de vida en Mallorca que, de una forma u otra, no esté relacionada con esta industria”, asegura Planas.

De idéntico forma, se hace hincapié en la utilización de la postal como una representación ilusoria y ficticia de la realidad cargada de clichés, que marcaba los lugares que había que visitar. Paisajes, en muchos casos idílicos, que finalmente acababan masificados. Algo que ocurre ahora con Instagram. Al tiempo que se alude a la forma en la que son observados los turistas por parte de los locales, y viceversa, así como a las distintas formas de tratar al turista y al inmigrante.

“El olvido y la dejadez son antidemocráticos”, apunta la autora mientras reflexiona sobre lo que supondría dar la espalda a este archivo. Sería “una agresión a la memoria, pero también al medioambiente y a todos los temas que en él se tratan. Es también olvidar nuestra historia. Se han olvidado tantas imágenes que era necesario asemejarse, quemado bibliotecas, perdido archivos”, concluye Planas.

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