Lobos y alquileres: combatir la extrema derecha pasa por apuntillar con el rentismo

Las últimas noticias nos tienen atónitos. Trump y Musk acaparan las portadas con sus polémicas acciones. En medio del desarreglo, parece que el Gobierno ha decidido ignorar por completo las preocupaciones de sus ciudadanos. Pero algo ha cambiado en los inquilinos. Hemos aprendido que no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que otros tomen medidas por nosotros. Hemos decidido unirnos y convertirnos en un bloque que lucha por sus derechos. La Casa Orsola es ahora un edificio indesahuciable.

Cada día nos bombardean con noticias que nos mantienen paralizados. La estrategia es clara: mantenernos como meros espectadores de un camino hacia el autoritarismo. Pero mientras tanto, el gobierno español sigue vendiendo la idea de que estamos en un país privilegiado, donde todavía podemos respirar tranquilos. Sin embargo, la cruda realidad es otra. Gastamos la mitad de nuestro salario en pagar el alquiler y vivimos con angustia pensando en si nos renovarán el contrato o si tendremos que hacer otra traslado. Cuando buscamos un neófito hogar, solo encontramos precios desorbitados o habitaciones en condiciones precarias.

Se nos dice que solo hay dos opciones: aceptar las cosas tal como están o dejar que la extrema derecha se haga con el poder. Nos repiten hasta la saciedad que «el lobo viene». Nos dicen que estamos en una guerra cultural y que ellos controlan el algoritmo. Pero la realidad es que la extrema derecha no ha surgido de la nada, sino que ha sabido aprovechar la incapacidad de las fuerzas democráticas para responder a los problemas reales de sus ciudadanos. Y uno de los mayores problemas es, sin duda, el acceso a una vivienda digna.

Nos sorprende que cada vez menos jóvenes confíen en la democracia, pero ¿qué alternativas les ofrecemos? La vivienda es un tema clave en esta pérdida de confianza. La democracia debería ser sinónimo de ley social, de igualdad de oportunidades. Pero en la actualidad, vivir de alquiler se ha convertido en sinónimo de inestabilidad y precariedad. Y es esta falta de respuesta por parte de nuestros líderes lo que hace que la extrema derecha gane terreno.

En otoño, miles de personas salimos a la calle para exigir medidas que bajaran los precios de los alquileres. Y la respuesta del presidente Pedro Sánchez fue la misma de siempre: una fuerte retórica contra la derecha y medidas tímidas y complacientes con los grandes propietarios inmobiliarios. Sánchez nos hablaba de la importancia de no tener un país de propietarios ricos y de inquilinos pobres, mientras perdonaba el 100% de los impuestos a los rentistas que cumplieran la ley. No gobierna la derecha, pero a la hora de pagar el impuesto sobre la renta, resulta mucho más rentable vivir de las rentas del alquiler que trabajar.

Nosotros, como ciudadanos y ciudadanas, tenemos claro que la democracia debería ser otra cosa. El problema de la vivienda no se solucionará manteniendo la ley del más fuerte. Es urgente terminar con la economía rentista que asfixia a la economía productiva. Existen medidas concretas que podrían aplicarse de forma inmediata para mitigar este problema. En primer lugar, hay que recuperar toda la oferta secuestrada, en forma de pisos vacíos, turísticos o de temporada. En segundo lugar, es imprescindible establecer contratos indefinidos de alquiler, ya que vivir en un lugar no debería estar ligado a la inestabilidad y a la incertidumbre constante. En tercer lugar, hay que prohibir la compra especulativa de viviendas, tal y como ha hecho la ciudad de Ámsterdam. Solo se permitiría la compra si es para viv

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