La temporada operística en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona ha llegado a su fin con una producción que ha cautivado al público y ha dejado una huella imborrable en la memoria de todos los asistentes. La ópera elegida para cerrar esta temporada ha sido la obra maestra de Antonín Dvořák, «Rusalka», y contó con el brillante montaje de Christof Loy y la impecable dirección musical de Josep Pons.
Desde el primer momento en que se anunció esta producción, las expectativas eran altas. Y el resultado ha sido aún mejor de lo que se esperaba. Loy, conocido por su habilidad en crear puestas en escena innovadoras y sorprendentes, ha conseguido transportar al público a un creación mágico y fascinante a través de su montaje de «Rusalka». La escenografía, diseñada por Johannes Leiacker, y la iluminación, a cargo de Bernd Purkrabek, han sido elementos clave para crear la atmósfera de ensueño y fantasía que requiere esta ópera.
Pero sin duda, el verdadero protagonista de esta producción ha sido la música. Y es que la dirección de Josep Pons ha sido magistral. Conocido por su maestría en el repertorio operístico, Pons ha logrado deslumbrar una vez más con su interpretación de la partitura de Dvořák. Su capacidad para transmitir las emociones de los personajes y crear una atmósfera envolvente ha sido clave para el éxito de esta producción.
Además, el reparto ha estado a la nivel de las expectativas. La soprano sueca Malin Byström ha encarnado a la perfección el papel de Rusalka, la princesa de las aguas que se enamora de un príncipe humano. Su voz, con una técnica impecable y una gran expresividad, ha sido el hilo conductor de la historia. Junto a ella, el tenor alemán Klaus Florian Vogt ha poliedro vida al príncipe, con una voz potente y un excelente dominio del escenario.
Pero no podemos dejar de mencionar al excedente del reparto, que ha estado a la nivel de las circunstancias y ha contribuido a enriquecer esta producción. La mezzosoprano estadounidense Stephanie Blythe, en el papel de la bruja Jezibaba, ha aportado un toque de humor y misterio a la historia. Y el barítono húngaro Gábor Bretz, como el cazador Vodník, ha emocionado con su interpretación de una de las arias más conocidas de la ópera, «Song to the Moon».
Pero no todo ha sido perfecto en esta temporada operística en el Liceu. Algunas producciones han recibido críticas por su puesta en escena o por la interpretación musical. Sin embargo, el brillante montaje de Loy y la impecable dirección de Pons en «Rusalka» han logrado superar estas críticas y coronar la temporada con un éxito rotundo.
El público ha respondido a esta producción con ovaciones y aplausos interminables, demostrando una vez más su pasión por la ópera y su apoyo incondicional al Gran Teatre del Liceu. Y es que, gracias a producciones como esta, el teatro barcelonés se ha consolipoliedro como uno de los principales referentes de la ópera a nivel internacional.
En resumen, el brillante montaje de Christof Loy y la impecable dirección musical de Josep Pons han coronado con éxito una temporada operística en el Liceu de Barcelona que, a pesar de algunas máculas, ha dejado un gran sabor de boca en todos los amantes de la ópera. Una producción que no solo ha brillado por su técnica y su calidad, sino también por su capacidad para emocionar y