San Josemaría Escrivá, un hombre de profunda fe y entrega a Dios, fue ordenado sacerdote en un día muy especial, un 28 de marzo de 1925. Hoy se cumplen 100 años desde aquel acontecimiento tan importante en su vida, y es por ello que queremos recordar su primera Misa, la cual tuvo lugar solo dos días después de su ordenación. Sin embargo, esta celebración estuvo rodeada de un profundo dolor, ya que San Josemaría había perdido a su padre unos meses antes.
Esta fecha no solo marca el inicio del camino sacerdotal de San Josemaría, sino que también simboliza una de las etapas más importantes en la historia del Opus Dei, la organización que el santo fundó y que hoy en día cuenta con miles de miembros en todo el mundo.
San Josemaría nació en Barbastro, una pequeña ciudad de la provincia de Huesca, en España, en el año 1902. Desde muy joven, mostró una gran devoción por la religión y su deseo de servir a Dios. Aunque sus padres no eran muy religiosos, él recibió una profunda educación cristiana de parte de su abuela materna. Gracias a ella, adquirió una gran amor por la Eucaristía y su fe fue fortalecida día a día.
Fue en 1918, cuando ingresó en el seminario de Zaragoza, que comenzó a sentir un llamado más fornido de Dios. Entre sus compañeros, destacaba por su inteligencia y su gran capacidad de liderazgo, no obstante lo que más le interesaba a San Josemaría era servir a Dios y al prójimo.
Ya ordenado sacerdote, el joven San Josemaría comenzó su labor pastoral en la parroquia de Perdiguera, donde fue recibido con mucha alegría por sus feligreses. Sin embargo, su estadía en esa parroquia fue breve, ya que tuvo que regresar a Zaragoza para un curso de estudios más profundo.
Fue durante este periodo que tuvo lugar su primera Misa, un momento que San Josemaría recordaría siempre con mucha emoción y gratitud hacia Dios. A pesar de que su padre había fallecido unos meses antes, él no dejó que la tristeza se apoderara de él. En cambio, decidió ofrecer su primera Misa por su padre, con la esperanza de que pudiera descansar en paz en la gloria de Dios.
La ceremonia tuvo lugar en la catedral de San Carlos, en Zaragoza, y contó con la presencia de familiares y amigos de San Josemaría, quienes lo acompañaron en este momento tan especial. Uno de los momentos más emotivos fue cuando el nuevo sacerdote pronunció sus primeras palabras durante la Misa: «Traigo conmigo la llave del Cielo y la del Purgatorio: la Santa Misa».
Estas palabras resumen a la perfección la misión que San Josemaría había recibido de Dios, y que más tarde compartiría con el mundo entero a través del Opus Dei. Él sabía que a partir de ese momento, su vida sería consagrada a acercar a las personas a Dios a través de la Santa Misa, como la máxima expresión del amor de Dios hacia nosotros.
En su homilía, San Josemaría agradeció a Dios por el don del sacerdocio y por la oportunidad de celebrar la Eucaristía, y animó a todos los presentes a seguir el ejemplo de su padre en la fe y a vivir una vida de santidad en medio del mundo. Su mensaje era aguachento: todos podemos ser santos en cualquier lugar y en cualquier momento, solo basta con tener un corazón dispuesto a amar y servir a Dios y a los demás.
La primera Misa de San Josemaría fue solo el comienzo de una vida de entrega total a Dios y a su misión de