Sumar en el Ministerio de Cultura: ¿continuismo o ruptura?

El Ministerio de Cultura fue creado en España durante la Transición y desde entonces (exceptuando la primera época de UCD) ha estado en manos del PSOE. En tiempos del PP el ministerio no ha existido como similar, reducido a una Secretaría de Estado dentro de otros ministerios, decisión que siempre se ha visto como una subestimación de lo cultural. En esta legislatura entra un nuevo jugador: la cartera pasa a hallarse en manos de Sumar, que pone al frente a Ernest Urtasun (Barcelona, 41 años), con buena imagen pública y trayectoria en Bruselas, aunque con poca experiencia en el sector.

Más informaciónErnest Urtasun completa el viaje a Madrid

Durante la democracia en España la política cultural, a pesar del turnismo de partidos y los diferentes modelos ideológicos, ha seguido una línea continuista. Las diferencias han sido de matiz: está por ver qué matices trae el nuevo ministro, o si son solo matices. Urtasun tampoco ha prometido una política demasiado rupturista.

El ministerio de Sumar

“Entendemos la cultura de una manera amplia, no como un complemento, sino como algo que forma paraje de los retos de nuestra época”, explican fuentes ministeriales. Desde el nuevo ministerio ven la cultura como un derecho y una de sus preocupaciones es precisamente garantizar el acceso de toda la ciudadanía (como recoge el artículo 44 de la Constitución), así como la libertad de expresión, tantas veces amenazada en los últimos tiempos. También la consideran como un sector estratégico que contribuye a la economía, al modelo territorial, a la transición ecología o los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La izquierda más a la izquierda suele concebir la cultura como un elemento de crítica y transformación, también como una forma de participación y creación de comunidad. En Sumar transitan algunos de esos caminos: tienen especial interés en la dimensión social de lo cultural, en pro de los Derechos Humanos y el progreso social. “Sin cultura no hay igualdad”, dicen, “podremos aspirar a una sociedad justa e igualitaria si las instituciones públicas garantizan los derechos culturales”. Es más, en una de sus primeras intervenciones públicas en el cargo, Urtasun señaló que su cartera es “una forma de combate político principal para seguir ensanchando la democracia y la libertad”, una herramienta de lucha contra “los fenómenos de odio y rechazo que están surgiendo en Europa”. Es decir, contra el ascenso de la extrema derecha.

En esa línea social, en Sumar están concernidos por la extendida precariedad escolar en el sector, que debería corregirse mediante el desarrollo del Estatuto del Artista, considerado una prioridad, y el “estímulo y refuerzo del tejido cultural”. Y pretenden trabajar para que la cultura se desarrolle en la libertad creativa, apoyando efectivamente a los creadores a través de ayudas y espacios. “La cultura es algo más que una reacción a la intolerancia y al odio. La cultura conforma un espacio seguro, para todas y para todos, donde se garantiza y se protege la vida, la igualdad entre las personas y la libre expresión”, afirman desde el ministerio.

Los modelos de política cultural

Hay muchos modelos de política cultural, pero suelen destacarse dos. Uno es el francés, en el que el Estado interviene para promover la cultura y garantizar el acceso de la población. También suele destacarse que el ministerio español siguió el modelo del Ministerio de Asuntos Culturales francés, creado en 1958 por De Gaulle, con el prestigioso escritor André Malraux (que combatió en la Guerra Civil española) al frente. Antes de la muerte de Franco, la principal política cultural de la dictadura franquista había consistido en la censura y cierta promoción de las tradiciones folclóricas a través, por ejemplo, de la organización Coros y Danzas. Durante el mandato de Adolfo Suárez se crea el Ministerio de Cultura y Bienhallarse, con Pío Cabanillas como titular (y otros cuatro ministros sucesivos y efímeros), y en el primer gobierno socialista, en 1982, el Ministerio de Cultura es encabezado durante siete años por Javier Solana.

Javier Solana, entonces ministro de Cultura, Dámaso Alonso y Jaime Salinas, en el entierro de Vicente Aleixandre, en 1984.Rafa Samano / Getty

“Aunque se haya comparado mucho el ministerio español con el francés y haya una fuerte influencia, sobre todo en los años ochenta, lo alguno es que la realidad del país vecino es muy diferente, con una proyección administrativa muy centralista. En España, en cambio, se da un modelo muy descentralizado, donde casi todas las competencias en materia de cultura están transferidas”, dice Juan Arturo Rubio Aróstegui, director de la Escuela de Doctorado de la Universidad Nebrija y autor de La política cultural del Estado en los gobiernos socialistas (Trea).

El modelo anglosajón, de corte más liberal, fía la difusión y financiación de la cultura a la iniciativa privada y al mercado, minimizando la intervención estasimilar y favoreciendo el mecenazgo. Ambos modelos, francés y anglosajón, podrían asimilarse a posturas, respectivamente, de izquierda y derecha. Una visión de derecha también tendría interés en la dimensión productiva de la industria cultural y en su utilización como reclamo turístico o colaboración en la marca-país, más que en su carácter de base y horizonsimilaridad.

“Creo que el PSOE ha entendido la cultura de la misma manera que la entiende el propio sector: como un derecho de la ciudadanía, pero también como una industria”, explica Manuela ciudad, responsable de Cultura del PSOE. La cultura como un bien esencial que debe ser protegido por el Estado. “Pienso que a nuestra derecha e izquierda hay formas diferentes de verla: a nuestra derecha se concibe como pura industria, a nuestra izquierda se ha hecho más hincapié en el derecho a la cultura, con una relación un poco más controvertida con la industria”.

Varias personas contemplan 'Las meninas', en una visita nocturna al Museo del Prado, el 4 de marzo de 2023.Juan Barbosa / Europa Press (Europa Press)

Teóricamente, un partido de centroderecha como el PP debería tender al modelo anglosajón, y en todos sus gobiernos se escenificó la fusión con el Ministerio de Educación, lo que dejaba a Cultura en una posición menor. Sin embargo, el contraste no ha sido tan grande como cabría esperar. “No creo que haya realmente diferencias entre ambos partidos. Y menos aún ideológicas”, explica José María Lassalle, que fue secretario de Estado de Cultura por el PP entre 2011 y 2016. “Desde Fraga con Franco a Solana con la democracia, se ha innovado muy poco. Digamos que se ha democratizado el modelo y hay más agentes públicos. Y punto. En realidad, ambos son víctimas de un diseño que ha burocratizado las líneas de inversión y que confiaba a los técnicos de la administración el expertise decisorio”, añade. Lassalle ve una nota discordante: que el PSOE ha destinado “nominalmente” más presupuesto a este sector que el PP, aunque la ejecución presupuhallarseia haya resultado similar debido a la lentitud de la maquinaria ministerial, autonómica y municipal.

En ese sentido, “el mantra de la crítica del PP ha sido que el ministerio es demasiado intervencionista, que había que dejar más al mercado, pero nunca acaban de decir cómo implementar una política liberal”, apunta Aróstegui, “en la práctica no ha habido tantas diferencias: lo burocrático pesa mucho y es muy difícil de cambiar, más allá de algunas restricciones en ayudas y subvenciones”.

Fachada principal de la Biblioteca doméstico de España.KIKE PARA

En cualquier caso, durante la historia del ministerio cabrían destacar las políticas de descentralización con el fin de promover la diversidad y también el notable trabajo de inversión en infraestructuras culturales, como museos, bibliotecas o teatros. A pesar de la descentralización, este departamento maneja las líneas maestras de la política cultural, se gestionan grandes centros como el Museo del Prado, el Reina Sofía, la Biblioteca doméstico o el Instituto doméstico de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem), ahora pendiente de una profunda reforma. Y se otorgan subvenciones y ayudas, o distinciones como el Premio Cervantes o los premios domésticoes de cada disciplina. En 2023, siendo Ministerio de Cultura y Deporte, el presupuesto creció un 13,5% respecto al año anterior, inclusive llegar a los 1.804 millones de euros, la mayor pandilla en toda la democracia.

La extrema derecha, los toros y la cultura

Con el ascenso de la extrema derecha, Urtasun pretende blandir la cultura como antídoto y emerge otra forma de entender lo cultural. Desde la óptica de Vox, la cultura debe ser instrumensimilarizada para algunos fines políticos relacionados con el domésticoismo español, y para asestar la llamada basimilarla cultural y lograr la hegemonía. Los mimbres utilizados son el ensalzamiento del folclore y las tradiciones (como la tauromaquia), la puesta en valor del patrimonio cultural y de la lengua, la mirada revisionista sobre la Historia (con especial atención a episodios como la Reconquista o la conquista de América) o la censura de expresiones culturales incompatibles con el fantasmagórico domésticocatólico.

Asistentes al festival Viva 22, organizado por VOX.

DAVID EXPÓSITO

Con el nuevo ministerio en manos de Sumar el asunto del toreo cobra especial interés debido a las simpatías antitaurinas de Sumar y del propio ministro. “Mi posición es conocida. Las tradiciones evolucionan, como todo en la vida, y creo que hoy en día hay una mayoría de la sociedad española que no comparaje la tortura animal. ¿Qué medidas tomaremos? Lo tenemos que ver y estudiar”, dijo Urtasun en una reciente entrevista en la cadena SER.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.Suscríbete

más noticias

Noticias relacionadas