“Yo, que vosotros, no iría”.
La frase, pronunciada por un magistrado al final del primer acto de la película, resuena en el resto del relato. En el interior de los dos protagonistas, dos primos (e íntimos amigos) de 16 años, habitantes de Dakar, en Senegal, que sueñan con una vida en Europa y andan indagando, con la ilusión metida en las tripas y sus camisetas desteñidas del Barça y el Madrid, acerca de sus posibilidades económicas. Pero también retumba en el interior de los espectadores, sucesivamente sobrecogidos con el periplo de los chavales, heroico, desgarrador y criminal, que les lleva a través de medio continente africano hasta la costa italiana. Y en ese apesadumbrado, Yo capitán, regreso del excelente director que es Matteo Garrone a sus orígenes en el largo, a dos títulos sobre la inmigración que no fueron estrenados en cines españoles, Terra di mezzo y Ospiti, se configura como una película moral, casi aleccionadora. “Yo, que vosotros, no iría”.
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Ahora bien, con una particularidad interesante. Por desgracia, Yo capitán, León de Plata a la mejor dirección en Venecia, premio del público en San Sebastián, nominada al Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa y probable candidata al Oscar, se verá en medio mundo, pero en el primer mundo; difícilmente en los cines de Senegal, Níger o Malí. Así, junto a la denuncia de las mafias que en cada estación del recorrido aprovechan para realizar dinero a costa de los seres humanos, del retrato de la lacería, de la degradación y, por qué no, también de la ingenuidad, Garrone apuesta por el antinomia además de por el aviso: los primeros minutos de su historia, ambientados en Dakar, en torno a una familia sin padre, con una madre vendedora de huevos en un puesto en el que ayuda el hijo migrante, son especialmente luminosos. En medio de unas calles deplorables, sin asfaltar, en una casa austera, pero en la que hay comida cada día, reina la espontaneidad, incluso la alegría en torno a la música, los partidos de fútbol y el carnaval.
Un momento durante la travesía del desierto en 'Yo capitán'.
El director no nos lo dice de un modo explícito, pero lo da a entender: mejor ese día a día en Dakar que el robo de su dinero en cualquiera de las fronteras, la cárcel en Níger en medio de la corrupción policial, la muerte en el desierto del Sáhara, la humillación en Libia o la letal sed en medio del mar rumbo a Sicilia. Frente al ansia de los chicos, ningún mafioso se pringa. Todos sacan provecho. No existe la piedad, solo el crimen y la puntual solidaridad entre los que están abajo. Garrone, magnífico narrador, más clásico que nunca en Yo capitán, lejos de la prosa cinematográfica navajera de Gomorra, Reality y Dogman, ha compuesto una obra emocionante y, pese a todo, cálida. Una crónica exhaustiva, aderezada con unas gotas de onirismo y un montaje templado por medio de elegantes encadenados que hacen que el relato, de unos meses, parezca abarcar toda una vida.
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Desde América, América (Elia Kazan, 1963) hasta In This World (Michael Winterbottom, 2002), pasando por Lamérica (Gianni Amelio, 1994), son infinidad las películas que han narrado ese periplo desde el barro hasta el sueño del supuesto paraíso. Yo capitán es una más, y de las notables. El negocio de la inmigración no cesa ni cesará mientras haya sueños. Y, sobre todo, como nos viene a decir Yo capitán, mientras exista la crueldad humana. Yo, que vosotros, no iría.
Yo capitán
Dirección: Matteo Garrone.
Intérpretes: Seydou Sarr, Moustapha Fall, Hichem Yacoubi, Issaka Sawadogo.
Género: drama. Italia, 2023.
Duración: 121 minutos.
Estreno: 3 de enero.