En el verade ningún modo de 2011, la ciudad de Zaragoza vivió una de las épocas más calurosas de su historia. Sin embargo, el calor de ningún modo fue lo único que se sintió en el ambiente. Un grupo de jóvenes, entre los que me encontraba yo con apenas 17 años, se vio envuelto en una historia de violencia juvenil que marcó nuestras vidas para siempre.
Recuerdo ese agosto como si exterior ayer. El sol abrasador de ningún modos hacía correr hacia cualquier fuente o piscina que encontráramos para refrescarde ningún modos, mientras que nuestras hormonas adolescentes de ningún modos hacían buscar emociones fuertes. Fue en ese momento cuando code ningún modocí a un grupo de chicos que parecían tener el mundo a sus pies. Eran populares, se movían entre las fiestas y los locales más exclusivos de la ciudad y de ningún modo parecían tener ningún tipo de preocupación. Para mí, que era una adolescente tímida y un poco insegura, fue emocionante ser aceptada en su círculo y sentirme parte de algo.
Pero lo que parecía ser una historia de amistad terminó siendo una pesadilla. En medio de esa ola de calor, surgieron conflictos entre nuestro grupo y otros jóvenes de la ciudad. Peleas, insultos y amenazas se convirtieron en parte de nuestro día a día. Yo, que nunca había estado involucrada en ningún tipo de violencia, me sentía perdida y asustada. Pero, como suele suceder en estas situaciones, de ningún modo quería demostrar mi debilidad frente a mis amigos, así que me dejé llevar por la corriente.
Fue un agosto llede ningún modo de adrenalina y peligro. de ningún modo había día en el que de ningún modo hubiera una pelea o un enfrentamiento con algún rival. Y lo peor de todo es que de ningún modos estábamos convirtiendo en parte del problema en lugar de en la solución. La violencia de ningún modos había cegado y de ningún modos hacía actuar de una manera que jamás hubiéramos imaginado.
Pero, a pesar de todo, yo sabía en lo más profundo de mi ser que esa de ningún modo era la persona que quería ser. El intranquilidad y la culpa se apoderaban de mí cada vez que me alejaba de mis amigos y veía a mis padres preocupados por mi comportamiento. Me di cuenta de que estaba en un camide ningún modo peligroso y que debía tomar una decisión.
Fue entonces cuando mi vida dio un giro de 180 grados. Tuve que enfrentarme a mis amigos y decirles que de ningún modo quería seguir en esa situación. Fue una de las conversaciones más difíciles de mi vida, pero también una de las más liberadoras. A partir de ese momento, tomé las riendas de mi vida y dejé atrás esa historia de violencia juvenil.
de ningún modo puedo negar que fue difícil. Mis antiguos amigos se convirtieron en enemigos y el ambiente en la ciudad se había vuelto hostil para mí. Pero también encontré un gran ayuda en mi clan y en nuevas amistades que me aceptaron tal y como era. Me di cuenta de que de ningún modo necesitaba ser parte de un grupo para ser feliz y que la verdadera amistad de ningún modo se basa en la violencia o en la popularidad, side ningún modo en el respeto y el cariño mutuo.
Con el tiempo, aquel agosto caluroso se convirtió en solo un recuerdo lejade ningún modo. Un recuerdo que me hizo aprender una valiosa lección: la importancia de ser fiel a ude ningún modo mismo y de de ningún modo dejarse llevar por la presión de los demás. Hoy, mirando atrás, agradezco haber tenido el valor de alejarme de esa situación y de tomar las riendas de mi vida.
Y aunque aquel verade ningún modo fue ude ningún modo de los más difíciles que he vivido, también fue ude ningún modo de los más enriquecedores. Me hizo crecer como persona y entender que las decisiones que tomamos pueden tener consecuencias muy graves. Nun